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26.3.06

 

La careta de Hector. 7 años.

Hector, mi alumno más querido y envidiado el genio esquizo que pintó batallas entre submarinos y cazabombarderos super armados de poder destructor y ruidos raros de metralletas de saliva los ojos azules embobados; se acaba de caer de la estantería, la careta llena de ojos de bocas llenas de dientes y pelos de barbas puntiagudas, de manchas de otros colores además del rojo. Y me enfrenta con mi propio arte y parte de los trozos que me componen. Cogí la careta a Hector y puede que la hiciera mía. Esquizo-frenético: Es noche. Odio la vida. Bailo aunque odio bailar y escribo sin derecho porque no tengo que decir. Odio la vida. Sonrrio y mis neuronas se dejan engañar. Odio la belleza. Odio el perdón la confesión sicera el acuerdo el trato. Odio el amor por puro vicio de odiar. Odio los favores que me hagas a portes debidos. Odio el altruismo, sobre todo el sincero. Me alegra que te marches. Me pone de colores sobre todo de rosa. Olvidaba dedir que odio las flores, los métodos las costumbres y las celebraciones de los días señalados. La sinceridad es un cuento. O una ternura que llegó de lejos y que nadie recuerda muy bien a que vino, o farsa para contador y contado, una piedad propia de épocas más católicas que las actuales. Necesito broncones hostias palos rechazos ninguneos y una nómina para justificar el mes de más que gano en perderte.
Me gusta odiar mucho, todo, por cortesía, no por nada sino por cotrarrestar tanto amor que hay en el mundo.
Es un hecho científico que la noche está estrellada aunque estén las nubes por medio.

Es jodido pero siempre es para estar alegre. Queda algo de los días que no sea blasfemar dentro, soportar la modorra, erigirse cobarde, de recelar y entregarse sin vacilar, o de tergiversar hondura con parbularios, de no soportarles el asco y los parecidos, asquear el rebaño morir de miedo. De trazar estrategias para peones. Pero he visto hoy cosas. He visto cosas que ningún otro ser humano vio. He visto batallas de nabes cerca de la costelación de Orión y agujeros negros que zampaban civilizaciones que celebraban ritos este mismo día para que lloviera de una vez, he visto auroras boreales producidas por miles de soles oblicuos, y una vez una niña me dio unos besos con sus labios recién hermosos en una playa mientras sujetaba con el empeine un planeta del tamaño de Saturno. Ella y yo. Los besos y el peso, ella primero luego yo. Esto último paso en una playa y es cierto no pasó hoy pero me entretuve recordándolo. Es más, no vi nada, bueno sí, un brote de la primavera, que me dará alergia.
Hice lo que mejor sé hacer, mentir mal para que se note e ir así de veras. Exagerar está bien pero está mejor exagerar poco.

Lala Parrá. Mad 2000





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