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7.11.05

 

Valor de uso

En los tiempos de nuestros abuelos la industria -muchas veces artesanal- proporcionaba productos manufacturados cuya valorización económica recaía en su durabilidad, es decir, su resistencia al desgaste por el uso, y en la precisión para ejecutar su función. En este contexto de primitiva sociedad capitalista, en el que predominaba un sistema económico agrícola, vemos cómo el patrón lingüístico que se desprendía era de tipo indicial; y sus signos , derivados de aquel contexto de transacciones comerciales, estaban estrechamente vinculados a su referente objetual. Por tanto, a su valor de uso. Podríamos decir, que era el último legado de aquellos tiempos del trueque.
Sin embargo, hace ya alrededor de dos décadas que este estadio del crecimiento económico en el que la calidad del producto aseguraba su aceptación en el mercado ha dejado de ser satisfactorio para las expectativas del empresario/comerciante. Y no sólo esa característica ha pasado a un segundo plano, sino que incluso atenta contra dichas expectativas puesto que proveer un bien de consumo duradero cuando lo que se busca precisamente son mecanismos para aumentar el número de operaciones de compraventa para, de este modo, perpetuar el crecimiento económico, es un completo disparate.
Así, hemos llegado a tal punto en el que ya no se vende ni se compra objetos sino que, más bien, buscamos adquirir sueños y promesas. El signo se ha emancipado por completo de su referente, y su precio dentro de nuestro sistema económico de mercado depende ahora de su capacidad de propagación. Disfrutamos, pues, de un patrón lingüístico simbólico, certificando así el éxito de las estrategias comerciales. Ya no compramos cosas que son, sino cosas que podrían llegar a ser. Pura virtualidad.

Texto articulado a partir de la lectura de Arte en la red, Jesús Carrillo. Madrid, Ed. Cátedra.






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